¿Existe la idolatría kosher? ¿Es clara la distinción entre el culto Divino y el profano? ¿Es posible que caigamos, incluso sin darnos cuenta, en esta grave transgresión?
por Jonathan Berim (Twitter: @JonathanBerim)
Cuenta la Torá que cuando partieron de Hor HaHar por el camino del Iam Suf, rodeando la tierra de Edom, el pueblo se impacientó –a causa de la guerra con el Kenaaní, la muerte de Aharón y el andar en círculos por el desierto (Rashí)- y habló contra Hashem y Moshé diciendo: “¿Por qué nos han hecho subir de Egipto para morir en el desierto? Ya que no hay pan ni agua y nos hartamos del alimento insustancial –Mán-” (capítulo 21). Fue como castigo por este comportamiento que Hashem mandó sobre el pueblo serpientes venenosas que mataron a muchos. Moshé hizo Tefilá a Hashem pidiendo por el cese de la plaga y le fue encomendado el forjamiento de una serpiente de cobre la cual debía ser colocada sobre un poste; “Y sucederá que todo el que haya sido mordido mirará la serpiente y vivirá”.
Dice la Guemará en Sanedrín capítulo ‘Ben Sorer uMoré” (74a): “Sobre todos los pecados se aplica la regla de ‘infríngelos pero no seas asesinado’ salvo en: Avodá Zará –idolatría-, relaciones prohibidas y derramamiento de sangre”. Esto nos enseña la gravedad de estos tres ‘pecados capitales’ que, en caso de tener que elegir entre transgredirlos o entregar la vida, se debe optar por esta última opción.
Es difícil de entender entonces el mandamiento de Di-s al pueblo en el desierto de mirar una estatua colgada de un pedestal para curarse. Todo en la Divina Torá tiene su clara y entendible explicación. Explica Rashí al respecto (basado en Rosh HaShaná 29a) que todo el objetivo de la estatua era que el pueblo oriente su mirada hacia arriba y sometan sus corazones a nuestro Padre Celestial. “No es el escorpión el que mata sino el error cometido por la persona” (Berajot 33a); la introspección de la persona y su arrepentimiento era lo que los salvaba.
Cuenta el Tanaj (Melajim II, capítulo 18) que, transcurridos más de 7 siglos de este incidente en el desierto, el pueblo de Israel conservaba a esta ‘serpiente curativa’ a la cual le atribuían fuerzas sobrenaturales y adoraban llamándola ‘Nejushtán’. El justo rey de Iehudá, Jiskiau, debió destruirla ya que fue completamente tergiversada su función.
La forma de vida encomendada por la Torá es perfecta y está llena de contenido pero requiere de mucho estudio y dedicación, la aplicación de la misma como es debido. Un pequeño desconocimiento de algún concepto puede hacernos atravesar la delgada línea que separa el servicio divino de la, extremadamente grave, Avodá Zará.
Al perder los Iehudim el verdadero objetivo de la serpiente de Moshé, que era el retorno a Di-s, de nada servía que se curen milagrosamente. Las cosas se hacen de (o se encaminan hacia) la forma correcta o no se hacen. Se cumple la voluntad divina o se cae en un culto completamente ajeno al judaísmo.
Existen al respecto cientos de costumbres sagradas que, por el paso del tiempo y la falta de estudio adecuadas, se realizan sin un sentido profundo y santo o se tergiversan completamente.
Hay una santa costumbre de prender velas en honor de personas fallecidas. Esta costumbre tiene su base en la Halajá y su apoyo en el Pasuk que dice “La vela de Di-s es el alma de la persona” (Mishlé 20:27). Pero creer que la vela logra que el alma ascienda es considerado Avodá Zará. Sólo Mitzvot y buenas acciones en nombre del fallecido logran este efecto. Entonces: ¿cuál es el fundamento del prendido de velas? Son los conceptos que nos enseñan las velas prendidas los méritos que logran el ascenso espiritual del alma del difunto. Estos conceptos son, entre otros: lo limitado de la vida en la tierra, buscar apegarnos a Di-s como el fuego que siempre se dirige hacia arriba y el aprovechar nuestro potencial para iluminar a los demás.
Continuará …
Sumamente esclarecedor