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Amalek y olvidar lo vivido

No olvidar, sino transformar: En el camino del crecimiento personal, ¿debemos dejar atrás nuestro pasado o aprender a utilizarlo como una herramienta para la superación? La historia de Amalek nos da una respuesta profunda.

por Rab. Jonathan Berim – Leilui nishmat Pesaj Eliezer ben Iosef Abraham ZL

Si tuviéramos que encontrar al antagonista por excelencia del pueblo judío en la Torá, ese sería Amalek. El pueblo de Israel se había ganado el respeto y la admiración del mundo entero gracias a la milagrosa salida de Egipto y el sorprendente cruce del Mar Rojo. Pero fue entonces cuando Amalek rompió con este halo de gloria con un ataque sorpresivo que lo condenó para la posteridad.

La Torá utiliza para la acción de Amalek el verbo “karejá” (Ki Tetzé 25:18). Esta palabra tiene varias acepciones y todas son válidas: una es que se “presentó”, lo que permite la explicación más literal. Otra opción es “enfrió”: el ascenso espiritual está asociado con apegarse a Dios, fuente de la vida y del calor. En oposición, alejarse de Dios está asociado con la muerte y el frío.

Amalek representa todo lo que aleja al hombre de Dios y desalienta el crecimiento espiritual. Por eso está asociado también con lo burlesco (Shemot Rabá 27:6). Si después de una clase de una hora sobre crecimiento personal y superación, alguien lanza un chiste fuera de lugar que choca con la idea de la clase, puede provocar el derrumbe de toda la estructura de superación que se había construido.

El pueblo judío había comenzado en Egipto el camino de encontrar en el mundo material las chispas de santidad y elevarlas, otorgando a los elementos disponibles en este mundo un propósito espiritual, algo que permitiera la trascendencia más allá de su mera existencia (Or Hajaim sobre Perashat Bo, basado en el Arizal). La influencia de Amalek arrastra al camino opuesto.

Así, toda experiencia que nos deja la vida puede transformarse en algo útil. Como enseñaron los alumnos del Baal Shem Tov en su nombre: “Todo lo que una persona ve o escucha es una lección para su servicio a Dios” (Tzavaat HaRivash, Hashgajá Pratit).

Es muy común ver a personas que adoptan en su vida una conducta de mayor santidad (lo que en hebreo se conoce como Baal Teshuvá). Muchas veces, este cambio viene acompañado de la creencia de que lo mejor que pueden hacer es dejar de lado completamente su vida anterior. Pero que sea común no significa que sea correcto.

Es fundamental abandonar las malas costumbres en el proceso de crecimiento personal. Un ladrón no dejará de serlo hasta que renuncie por completo a ser “amigo de lo ajeno”, por poner un ejemplo. Sin embargo, las experiencias vividas son lo que lo formaron y, con una buena guía, pueden convertirse en herramientas para la superación. Es mucho más productivo reutilizar las antiguas herramientas que desprenderse por completo de todas ellas y empezar de cero.

Un claro ejemplo de esto lo vemos en uno de los rabinos más grandes de la historia y el exégeta por excelencia: Rabí Shlomó Itzjakí, más conocido como Rashi. Cuando la Torá, en la porción de Tetzavé, relata las vestimentas que debían fabricarse para ser usadas por el Cohen Gadol, Rashi se explaya en palabras para formar en los lectores una idea clara de cómo era cada una de las prendas.

Cuando llega al “Efod”, Rashi escribe que le parece similar al delantal que usan las mujeres de la nobleza para montar a caballo. Seguramente, Rashi no era un habitué de los desfiles de mujeres a caballo. Entonces, ¿dónde había visto esta vestimenta? Más aún, si ya la había visto, ¿debía eternizar dicha visión al incluirla en su comentario a la Torá?

La respuesta a la primera pregunta la escribe Rabí Iosef Caro en nombre del Shivolei Haleket (Bet Iosef, Cap. 686, al final). Corría un año en el que la festividad de Purim caía en domingo y el ayuno de Ester se había adelantado al jueves. Una mujer importante fue a ver a Rashi para pedir permiso para postergar el ayuno, ya que debía montar a caballo con las autoridades del lugar en ese día. Esa fue la fuente de inspiración de Rashi para explicar la forma del Efod.

Es la segunda pregunta la que aporta a nuestro desarrollo: Rabí Shlomó no reprimió el recuerdo de la situación; todo lo contrario, recurrió a ese recurso cuando fue necesario. Las experiencias vividas son un recurso más de todos los que Dios nos da en la vida. Renegar de ellas es dejar de lado instrumentos muy valiosos.

No es casualidad que el comentario de Rashi (así como la historia de la jinete) aparezcan justo en las porciones de la Torá que describen la construcción del Mishkán. El Tabernáculo era el lugar donde se posibilitaba que elementos materiales y mundanos como los animales, las plantas y los minerales se convirtieran en una ofrenda, en un escalón para acercarse a Dios.

Tampoco es casualidad que la mitzvá de recordar a Amalek sea una de las pocas que apelan a la memoria: “Recuerda lo que te hizo Amalek”. La memoria también es una fuente casi inagotable de valiosas experiencias. Que podamos vencer a Amalek, aprovechando al máximo todas las herramientas que Dios nos da para acercarnos a Él y crecer como personas.

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