En este momento estás viendo Sucot – La cura para el estrés

Sucot – La cura para el estrés

Uno de los grandes problemas de salud que aquejan a la humanidad es el estrés. Una sensación de tensión, ya sea física o emocional, que afecta al individuo y puede provocar grandes problemas médicos como obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes y muchos más. Si bien existe desde tiempos inmemoriales, en el último medio siglo sufrió un incremento inquietante. ¿Hay en el judaísmo una receta para contrarrestar este flagelo? 

por Jonathan Berim – Twitter: @jonathanberim

A lo largo de la historia el hombre buscó medios para contrarrestar los nervios y alcanzar la paz. Uno de los más conocidos es la llamada pipa de la paz, característica de los nativos americanos. Se trata de una serie de hierbas mezcladas con tabaco que se fumaban en una cachimba y permitía que la persona alcance un estado de tranquilidad y relajación.

En el judaísmo no contamos con dicho artilugio (de hecho, el fumar es un hábito extremadamente negativo – como ya lo analizamos en “El cigarrillo y el judaísmo”) pero tenemos una festividad entera que nos permite alcanzar los mismos objetivos. Se trata de la fiesta de Sucot, una de las celebraciones más pintorescas de nuestro calendario. Para celebrar la misma, Dios nos ordenó mudar nuestro hogar de las sólidas paredes de las casas o los departamentos a una frágil choza llamada Sucá durante siete días.

Dicha festividad acontece inmediatamente después de los “días temibles” de Rosh Hashaná y Iom Kipur por lo que se llega a la misma ya juzgados, esperanzados con haber obtenido un veredicto favorable, y purificados de todas las transgresiones cometidas. Este estadio aporta el primer ingrediente para alcanzar la paz: buenos augurios para el futuro y la conciencia limpia. Pero aún no es suficiente.

Otra variable está relacionada con la temporada agraria. A Sucot, también llamada Jag Haasif (la fiesta de la recolección), se llega con los silos y los graneros llenos de cereales ya que ocurre luego de la recolección de la cosecha. Sería el equivalente moderno de tener una abultada cuenta en el banco. Pero aún no es suficiente.

¿Cómo puede ser que la persona que cuenta con tanta dicha, material y espiritual, aún no logre la paz y la felicidad? El gran problema es la incertidumbre. El buen futuro se puede torcer, en las transgresiones se puede recaer y el dinero se puede perder. Nada está garantizado y eso provoca estrés y angustia.

La tendencia intuitiva (y errónea) es suponer que cuantas más variables controlamos, más calma tendremos. Sólo podemos controlar una mínima cantidad de variables pero hay muchas fuera de nuestro control. Podemos (y debemos) hacer nuestro esfuerzo por cuidar nuestra salud pero esto no nos garantiza alcanzar la longevidad. Podemos (y debemos) asegurar nuestro dinero pero esto tampoco garantiza que esté en nuestro poder para siempre. Sin importar lo que hagamos, la incertidumbre es y será parte de nuestra vida.

La festividad de Sucot se trata justamente de aceptar está incertidumbre. Entender que no somos infalibles sino que hay cosas que no podemos controlar. Variables que dependen puramente de Dios. La forma de vivir más tranquilo no es poniendo más cámaras de seguridad y cerraduras en nuestras puertas. No hay una cantidad de ellas que sea sinónimo de tranquilidad. Por eso es que, en Sucot, optamos por mudarnos a una choza que no suele tener ni una sola cerradura. Es la conexión con Dios la nos puede ayudar a alcanzar la paz y la tranquilidad.

En la halajá (ley judía) se analiza cuál es el mínimo de paredes que debe tener la sucá para ser kosher (apta). Y la conclusión es que debe tener (como mínimo), dos paredes completas y una tercera que alcanza con que tenga el tamaño de un puño (Sucá 6b, Shuljan Aruj 630:2). El Arizal explica que es exactamente lo que podemos encerrar con un abrazo: el brazo, el antebrazo y la mano. Nada es casualidad, el mensaje es más que claro: solo sintiendo el “abrazo Divino” en la sucá podemos llegar a alcanzar la paz y la tranquilidad tan anhelada.

Que podamos sentir la cercanía con Dios, el “abrazo Divino”, delegar en Él las variables que no controlamos y alcanzar la ansiada y necesaria calma en el tormentoso andar por este mundo.

¡Jag sameaj!

Deja un comentario